Permaneció un rato allí


– Minino de Cheshire –empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento,
pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba–.
Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
– Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar – dijo el Gato.
– No me importa mucho el sitio… – dijo Alicia.
– Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes – dijo el Gato.
– … siempre que llegue a alguna parte – añadió Alicia como explicación.
– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte – aseguró el Gato- , si caminas lo suficiente!

A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja,
y decidió hacer otra pregunta: ¿Qué clase de gente vive por aquí?

– En esta dirección –dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha– vive un Sombrerero.
Y en esta dirección –e hizo un gesto con la otra pata– vive una Liebre de Marzo.
Visita al que quieras: los dos están locos.
– Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca – protestó Alicia.
– Oh, eso no lo puedes evitar – repuso el Gato– . Aquí todos estamos locos.
Yo estoy loco. Tú estás loca.
– ¿Cómo sabes que yo estoy loca? – preguntó Alicia.
– Tienes que estarlo afirmó el Gato- , o no habrías venido aqui.

Alicia pensó que esto no demostraba nada.
Sin embargo, continuó con sus preguntas:

– ¿Y cómo sabes que tú estás loco?
– Para empezar –repuso el Gato– , los perros no están locos. ¿De acuerdo?
– Supongo que sí – concedió Alicia.
– Muy bien. Pues en tal caso – siguió su razonamiento el Gato– ,
ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos.
Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado.
Por lo tanto, estoy loco.

Lewis Carroll.  Alicia en el País de las Maravillas.

Sí, estamos todos locos. Si no no pasaría lo que pasa. No nos pasarían las cosas que nos pasan. A veces nos quedamos como Alicia, con la idea de que una bonita sonrisa traerá la respuesta a nuestras preguntas.

Quizás no sea así, pero como  a ella, puede que en ocasiones se nos aparezca el Gato de Cheshire. Sobre todo su sonrisa. Esa amplia y espléndida sonrisa que en otro tiempo no tan lejano se abría y refulgía para ti.

El gato se fue, te dejó incertidumbre y se fue, pero ahí queda su sonrisa para recordarte su esencia. Cuán bonitas son las horas cuando la sonrisa es tuya. Aunque fuese mentira.

¿Cuánto tiempo será posible seguir viendo esa sonrisa? ¿Cuánto tiempo persistirá, apareciendo en cada esquina, en cada rincón de los sueños, en cada pared vacía? ¿Acaso esa sonrisa está más loca que los ojos que la miran? ¿Acaso a esa sonrisa no pertenece un gato entero que también tenga su propia ilusión óptica? ¿Y no será que tu destino es estar loca, seguir alucinando su reflejo, no dejar esa bella visión desaparecer de tu cabeza?

¿Y si eso es lo cuerdo, persistir? porque ya a Alicia le dijeron  «muchas veces habrás podido ver a un gato sin sonrisa pero nunca a una sonrisa sin gato».

«Y esta vez desapareció despacito, con mucha suavidad,
empezando por la punta de la cola y terminando por la sonrisa,
que permaneció un rato allí, cuando el resto del Gato ya había desaparecido».

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